viernes, 5 de junio de 2015

LA NARRATIVA DE FERNANDO DE VILLENA POR F. MORALES LOMAS EN LA REVISTA GIBRALFARO DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

PUBLICADO EN LA SIGUIENTE DIRECCIÓN

http://www.gibralfaro.uma.es/criticalit/pag_1934.htm



 F. MORALES LOMAS Y FERNANDO DE VILLENA



Grande es la versatilidad y la capacidad de trabajo del escritor granadino Fernando de Villena, Premio Andalucía de la Crítica en 2009 con su obra El testigo de los tiempos. Conozco a Fernando de Villena desde que vestíamos pantalones cortos y le he seguido a lo largo de estos cuarenta años, y les puedo asegurar que cada nuevo lapso nos sorprende con vibrantes, inesperadas y rigurosas historias.
Sus dos últimas han sido Mundos cruzados (Madrid, Ediciones Evohé, 2012) y Fábulas de un tiempo atroz (Guadix, Granada, Nieve y Cieno, 2013).
Muy diferentes una de otra: la última entra de lleno en los convulsos tiempos actuales a través de breves historias que crean un espacio para la reflexión; la primera, en cambio, es una novela histórica de largo alcance en la que Fernando de Villena, a modo de casi novela admirable y aventurera, recorre continentes y culturas, en un línea muy querida para él en otras obras anteriores y que muestra sus grandes dotes para los periplos por el mundo y la trascendencia que la temática del viaje tiene como estructura novelesca en su producción narrativa. Así sucedía en El testigo de los tiempos… y tantas otras.

Con Fábulas de un tiempo atroz pretende iluminar (como una “cerilla encendida”) esta larga noche en la que nos hallamos. Son relatos breves de apenas un puñado de páginas que tratan de expresar una óptica crítica y muy pesimista (en una suerte de neoxpresionismo latente) de la situación social. La pérdida de los valores encarnada en la naturaleza primigenia y el desarrollismo descabezado, los victimarios del 11-S, las inhumanas condiciones de la mujer en el mundo islámico,  la monotonía del vivir,  la alegoría de la desolación a través de esas personas que una vez que han servido socialmente se las desprecia, la soledad, la muerte, la corrupción del poder, el sida, el control del mundo en manos de unos pocos (los 24), el creciente fascismo contra la inmigración… reúnen los peligros, los problemas, las melancolías del ser humano en las sociedades contemporáneas. Son como breves latidos del corazón exultante que clama ante tanta insensatez y ante tanto dolor. Es como si el hombre de pronto hubiera perdido el norte y anduviera extraviado en un mundo que no le pertenece y con el que Fernando de Villena se muestra ácidamente crítico. A medida que han ido avanzando los años, en sus declaraciones también, observo que se ha apoderado de Fernando de Villena una suerte de desmoralización consciente, de meditabunda reflexión sobre el papel que juega el ser humano en estas derrotas progresivas. No existe ni un gesto para la ironía o el sarcasmo sino para la victoria de la sinrazón en una sociedad que ya no le pertenece, en la que no cree ni con la que se siente identificado.
Son cuentos breves, parcos en detalles, que van al epítome de los argumentos y las historias con el afán de mostrar, como en un gran diaporama, de lo que está configurado el hombre de la posmodernidad, dónde se hallan sus raíces y qué camino sin rumbo está dispuesto a seguir. Para ello ha desnudado el texto al máximo llevándolo a los límites de la pureza expresiva pero con la impureza semántica como acorde, como compromiso y como reivindicación. Es un tipo de narrativa de enorme fortaleza que ayuda, como dice en la introducción, a entendernos mucho más como individuos en sociedad.

Muy distinta es la novela histórica Mundos cruzados. Sus registros cambian totalmente en una obra que calificaría de enciclopédica por esa suerte de rueda del tiempo en la que nos encontramos al leerla. Mundos cruzados es el tiempo en movimiento. Dos conceptos narrativos queridos para él con los que pretende ofrecer una visión amplia y generosa de ese diálogo entre España e Hispanoamérica. Sus personajes van de uno a otro espacio sin solución de continuidad. Los hijos crecen y los hijos de sus hijos engendran a otros vástagos que van y vienen por ambos mundos creando una urdimbre con la que Fernando de Villena apuesta fundamentalmente por lo que nos une y no por lo que nos separa. Es la óptica que rige toda su narración y creo que ha sido un objetivo conseguido.
Conformado por quince capítulos, cada uno lleva como subtítulo el del personaje que lo protagoniza y sobre el que se sustenta el mismo: María en el I, Marino en el II, Marta en el III hasta Candela en el XIV y Claudio en el XV. Un tipo de estructura que se ha practicado mucho en narrativa hispanoamericana. Recuerdo que la primera obra de Carlos Fuentes, La región más transparente, adoptaba esa misma disposición.  
Al final existe un Epílogo en el que tomando como espacio la colina de la Alhambra dialogan dos personajes, un anciano delgado y otro más joven, Ignacio y Antonio, dos anticuarios que hablan sobre un reloj (el símbolo) y Antonio trata de referir a Ignacio la historia del hombre que se lo vendió.
Es un motivo circular este del reloj que apunta al principio como veremos. Pero sobre todo es el pretexto para hacer una reflexión en donde se une el pasado con el presente: España un país imperial que tuvo en las Indias refugio para desamparados y ahora anda empeñada en los intereses del colonialismo yanki, y hace también un resumen crítico sobre nuestro país: “La historia solo nos permite conjeturas: un palpar a ciegas en la niebla. Lo cierto es que un país como el nuestro, forjado a golpes de guerras civiles, porque contiendas civiles fueron la Reconquista (…) ha arrojado al destierro a través de su historia a muchos de sus mejores hijos”. Es hacia la moraleja final hacia la que quiere llegar Fernando de Villena en este libro profundo, comprometido y de un enorme interés histórico y sociológico por cuanto abunda de un modo perfecto en la temática del transterrado, en término creado por el filósofo José Gaos frente al de desterrado.
La obra posee un comienzo fulgurante, la recomendación de Mohamet ben Hiata a Marian para que asesine al emperador Carlos. La condición de la mujer –que ya sería materia en la última obra comentada- preocupa desde sus inicios al autor y es con ella, simbólicamente, con la que ha querido iniciar esta serie de personajes que abandonan progresivamente sus tierras para recalar en otras y poder seguir viviendo. Los elementos de tipo histórico van entreverando esta obra que pretende ser de aventuras y, sobre todo, de recorrido por lo que ha sido el magma de nuestra historia, nuestras sensaciones, nuestros desvelos y desventuras con un narrar raudo, rápido y de gran velocidad narrativa que no repara en grandes descripciones ni diálogos soportados sobre grandes discursos. En ese sentido es una buena heredera de la visión que también trasladó Cevantes y hablar de su raíz cervantina.
El hijo de Marian, ya casada con el capitán Rodrigo Gil, dará su paso en el capítulo siguiente a su hijo Marino y cambiaremos desde Sevilla a América; pero más adelante el lector regresará a España de nuevo, y Madrid aparecerá en ese siglo XVI, a través del que se va gestando toda la acción y con la que Fernando de Villena va sistematizando un mundo propio con las situaciones particulares de los personajes en una novela muy bien ordenada y con una secuencia lineal en el tiempo que nos permite hacer un recorrido por ese mundo y comprenderlo con verdadero rigor.
Pero todo gira en torno al tiempo y ese símbolo del reloj que aparece en el capítulo inicial y cierra circularmente el epílogo: ese reloj que recibiría Marian del emperador tras yacer con él y que le había regalado en la víspera Castiglione. En ese reloj figura Saturno devorando a sus hijos. Toda una premonición de la obra.
México, Quito, Potosí… serán centro de sus intrigas y desarrollos narrativos pero Fernando de Villena es maestro en el progreso de la intriga y avanza raudo alternando los parlamentos, el diálogo y la reflexión junto al espíritu aventurero. Ahí surgirá toda la temática de la conquista y las encomiendas y el concepto del dorado, que tanto generó. Pero lo que más llama la atención es una doble idea: la noción de transhumancia (y como consecuencia el de la incertidumbre de todo transterrado) y el de violencia y desolación que va conquistando progresivamente el espíritu que la sostiene. Al final el tiempo en su caducidad opera el milagro machadiano de la consolidación de una época histórica que agrupa múltiples generaciones y ordena un mundo con una voluntad totalizadora.

Desde luego que en ese cruce de mundos no se puede ser ajeno al mestizaje cultural y biológico pero también a la destrucción de individuos y civilizaciones, de desarraigo y desolación, y desde luego de reencuentro o inseguridad. Una novela para el disfrute narrativo y para hacer un recorrido por nuestra historia social y personal.

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