jueves, 6 de junio de 2013

Estudio crítico de Puerta del mundo de Morales Lomas por Filomena Romero



Crítica sobre Purta del mundo por Filomena Romero
( Dos orillas, Algeciras, Cádiz, núms. 3 y 4, 2013, pp. 110-112)

UNA PUERTA PARA OTROS TIEMPOS

Por Filomena Romero




“La esperanza es el quicio de una puerta que se abre al mundo donde todo
está por descubrir”. Con este verso casi sentencioso, comienza el libro de
Francisco Morales Lomas Puerta del Mundo, (Ediciones En Huida Sevilla, 2012,
Colección Crepusculario n º3) que fue presentado la semana pasada en el
Ateneo de Málaga.

La introducción corrió a cargo de la profesora de la Universidad de Málaga
Rosa Romojaro escritora y también poeta, quien ofreció una muestra
minuciosamente generosa en halagos, y donde Romojaro hace un estudio
exhaustivo del poemario mostrando un libro intimista y vibrante, hasta el
extremo de sorprender gratamente al propio autor.

El libro, surgido de una noble reflexión, es ante todo una toma de
conciencia no solo con el mundo actual que vivimos, que nos maneja y
destruye, sino con nosotros mismos. Así, el autor nos traslada y nos hace
pensar más allá de los puros convencionalismos actuales, donde el escritor
madura también interiormente, y se plantea una toma de conciencia al ver
pasar toda su vida delante de él: rebusca los recuerdos imborrables, sus
anhelos, sus luchas y dolores, y sobre todo las pérdidas afectivas, su madre.

“Me ato a tu débil cuerpo, al muerto que seré, / y no puedo dejar de irme
contigo, madre”. Todo ello conducido con el magisterio no solo profesional sino
con el planteamiento interior de un poeta en plena madurez. “Solo quiere vivir
la vida y que le dejen / con sus puertas sin árboles, con su umbrosa memoria /
y la cimas terrenas nevadas por el viento. / Rey de su propio atuendo y
desgracia nimbada. / Pirata del destino, personaje de fábula. / Como todo
poeta cárcel de impulsos ciegos”.

Ya no existen intelectuales. Los verdaderos intelectuales han desaparecido,
absorbido por este mercantilismo desenfrenado donde el imperio de esta
sociedad nos sumerge a todos. De ahí la verdadera frustración de los
verdaderos poetas, de los poetas puros.

 “No hay pájaros, amigos, sino dulce
nostalgia / de un momento. De un mundo extinguido en sus himnos. / En su
patria doliente, desconcertada y mísera./…/ El viento se estremece, hombres
odiados, temidos, / navegantes ingenuos, misterios de los mares. / Quiero irme
con vosotros y con vuestro delirio”.

El escritor ha madurado. El poeta ha reflexionado largamente y es de este
planteamiento generoso y de esta acción reflexiva que surge el poemario que
nos ocupa. 

“Por un momento soy Dios en la calma suave / de las olas que laten
junto a mí con dulzura. / Y soy nube en el aire cálido de la tarde,…/” El librito
(Colección Crepusculario, nº3) es un festivo tesoro, tan manejable y
preciosamente cuidado que hace que el lector se sienta cómodo al leerlo; su
fragilidad acerca más si cabe al lirismo de su contenido, comprometiendo a
los amantes de la poesía a compartir sus versos. Dividido en cinco partes,
escrito en versos largos de doce y catorce sílabas, junto con endecasílabos y
heptasílabos, los capítulos constan de siete poemas que van tomado intensidad
y compromiso según avanza el poemario.

En el capítulo (II) habla de su propia muerte “Y cada vez soy más canto
heroico / que en la noche busca el himno que emociona. / No me habléis de
sueños, ya los he vivido. / Vago de un mundo a otro, clandestino”. Se evapora
la vida, y entre quimeras la esperanza perdida desciende en su vuelo y se
siente naufrago de una sociedad a la deriva “Hay muchas palabras por explicar
hoy. / Un lenguaje ajado que no admite sílabas/ para un mundo oscuro que
guarda sus secretos./ Oscura espera y agónicos sueños./ Escribo ahora desde el
naufragio / y con botas puestas que alcancen lejos el vuelo / con sus dulces
alas y el vértigo firme”.

Sentir la necesidad de salir de uno mismo y mirar alrededor siempre
engrandece al ser humano y más al poeta, al escritor comprometido con su
mensaje y con su interior íntimo que le impulsa a darse y comprometerse en su
escritura.

La tercera parte (III) es la más bella musicalmente, con un ritmo
continuado y poemas, endecasílabos encabalgados, sentenciosos de anhelos de
vuelos y esperanza. Uno de los más bellos poemas es: “Paraíso cerrado para
muchos, / hoy llego, inocente, a ti, perdido,/ en esta espesura de celadas /…
“Yo, con mis dudas y héroes vencidos, / con mi jardines mustios y en silencios.
/ Aguardo a tus puertas que se orean / con coplas de juglares luminosos / en
pureza de fuego. Tan grande es / mi hambre y tan frágil mi tristeza”. Aquí se
muestra frente a la fragilidad de sus atormentados pensamientos.
Llegamos al final, la quinta parte (V); en este capítulo el poeta está más
maduro en sus sentencias, convencido de lo que quiere expresar; también es
la parte más desoladora, y a la vez de mensaje esperanzador.

¡Hay versos con los que me identifico plenamente!
El poeta en su engrandecida sensibilidad termina diciendo:
“Los hombres duros se alimentan del rescoldo / de los salones fríos. /… / Son
hombres duros porque la vida / no les pertenece. Le es ajena./…/ Los
hombres duros nunca se hacen preguntas / porque tienen todas las respuestas
/ Protégeme, maestro, de tanta fortaleza”.
Finaliza la composición con un poema a la evocadora lluvia. “…Hoy es de
nuevo la lluvia / contra la fachadas, / la lluvia persistente de otras vidas, / y la
necesidad de encontrar / la puerta del mundo. / Aceptarnos en el aire que
respiramos, / en los pasos que hemos dado, / en el retrato de la pared, / en los
árboles que crecieron / mucho más que nosotros”.

La lluvia símbolo de desamparo, dolor y llanto. También es el de la
fertilidad del agua generosa y la que limpia, con la imperiosa necesidad de
encontrar la verdadera y esperanzadora puerta del mundo.

L. García Montero, Filomena Romero, F. Morales Lomas

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