sábado, 4 de mayo de 2013

Crítica sobre La última lluvia de F. Morales Lomas por Pilar Quirosa-Cheyrouze


FOCO SUR. CRÍTICA. LIBROS ALMERIENSES. Pilar Quirosa-Cheyrouze. JULIO 09.


ESPACIO LITERARIO

“La última lluvia”, de Francisco Morales Lomas. Ediciones Carena. Poesía. Barcelona, 2009.

El último poemario del escritor y profesor Francisco Morales Lomas, presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios, nos lleva a recorrer un tiempo de reflexión. Las siete partes que conforman el libro –Ensenadas, Destino, Tempus horribilis fugit, El sur, Descubrimientos, Las orillas, y El regreso-, están inmersas en un corpus sensitivo que bebe de las fuentes clásicas y de un profundo conocimiento de la génesis literaria universal. Morales Lomas, poeta perteneciente a la llamada Generación de la Transición construye un humanismo solidario que entronca con la realidad de su tiempo, un espacio lleno de claroscuros, donde ha de erigirse, como pilar necesario, el triunfo de la esperanza.

Con una corriente de mediterraneidad, que penetra por los poros de la tierra y la convierte en esencia: “En ti termina el sueño del agua, mi palabra mecida en la tarde”. Un referente poético social que nace de la complicidad y el canto. “Siempre náufragos en el misterio”. En esa corriente que se desborda mientras crece la nieve en el alma, entre complicidades y ausencias, en medio de espacios que se mueven entre la sensualidad y los hallazgos. “Y perseguir las horas con sus estrellas/ y la eternidad con su semilla”.

La vida se mueve en círculos concéntricos y la cosecha de las horas recorre diferentes estancias, “entregados al sueño de lo quieto”, donde tiene lugar el regreso de aquello que, en su día, tuvo un significado, el mismo que fluye para huir del caos y el desconcierto. Con los asombros, junto a la existencia de los cuatro elementos que devienen y arrasan, levedad de la tierra y del ser, “abierta marea que esconde el pétalo/ de la alegría y su frondoso encuentro”.

Luces y sombras que tiñen de claroscuro los momentos vitales. Una línea curva de espejismos y vértigos. Transeúntes perdidos, necesitados de una salida, “Música que lleva yemas de acordes/, de añoranzas compases y el rumor/  del aire cuando crece”. Mientras la sencillez de la naturaleza se abre como ánfora viva, “o la espiga con su fiesta de pan”. Orillas de imágenes y símbolos necesarios, un capítulo de esperanza ante un devenir incierto.


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