sábado, 24 de noviembre de 2012

ANTONIO CARVAJAL PREMIO NACIONAL DE POESÍA 2012



ANTONIO CARVAJAL ENTRE LA POESÍA PURA

 Y EL COMPROMISO ESTÉTICO Y ÉTICO (I) 
                                         
     F. MORALES LOMAS 




 (Esta es la primera de una serie de entregas sobre la poesía de Antonio Carvajal, Premio Nacional de Poesía en 2012 por Un girasol flotante. Unos meses antes, en junio,  le hicimos entrega en Córdoba del Premio Andalucía de la Crítica 2012 por esta misma obra. Desde aquí damos  al jurado del Premio Nacional nuestra enhorabuena por este acierto que justifica una vez más el buen criterio del jurado del Premio Andalucía de la Crítica que presidimos).



         La lírica del granadino Antonio Carvajal ha sido adscrita de un modo tópico a la corriente barroca que en el siglo XX enlazaría básicamente con miembros del 27, la primera época de Miguel Hernández y el Grupo Cántico de Córdoba. Sin embargo, este emballenado formal tan ordenancista y trivialmente didáctico impide ampliar el campo de visión de su lírica. Sanz Villanueva, por ejemplo, lo ha definido en este sentido como poeta culturalista, de tendencia barroquizante, de fuerte sabor arcaico y dotado de una enorme facilidad para la versificación. García Martín, por su parte, afirmaba que Carvajal es un representante de la exhibición en lo artificioso de una obra literaria. Pedro J. de la Peña lo situaba en la onda de Cántico. Incluso, ha habido algunos, que rizando el rizo, como Fernando Ortiz, ha creado la «pecadora» idea de que su lírica desde el barroco y precisión singular, desde la vitalidad y la alegría, expresa “el hombre nuevo” del marxismo.  Recientemente decía José Manuel Ruiz Martínez  que en su obra existe un proceso fructífero de diálogo con la tradición clásica en la asimilación y transformación de modelos pero a la vez una continua reflexión sobre la creación artística. Y Antonio Chicharro que se trata de una poesía en la que se canta la elemental alegría de estar vivo y se proyecta la cegadora luz de su acción a la vida toda, lo que hace de la misma no sólo una poesía de la vida y para la vida, sino que el arte de vivir es objeto de tratamiento e indagación poéticos. 

ANTONIO CARVAJAL 
          Yo diría que Antonio Carvajal es un escritor que hunde sus raíces, antes que en el barroco, en el renacimiento y continúa en línea directa con el panteísmo vitalista de Juan Ramón Jiménez, y el comprometido de Antonio Machado y Miguel de Unamuno. De estos últimos fundamentalmente toma el compromiso ético. Como han visto bien algunos críticos, Carvajal se aparta en muchos aspectos de los novísimos a los que algunos ensayistas lo han adscrito erróneamente, y aborda en su poesía, desde las constantes renacimiento-barroco, una profundización en el compromiso individual, humano y solidario, y como ejemplo manifiesto podríamos señalar entre otros: Sextina dedicado a Blas de Otero o los heptasílabos blancos de Del lado de la vida (ambos pertenecientes a su libro Sol que se alude, 1983). Pero es que además, Carvajal, ha sido siempre un pensador de izquierdas –amigo y discípulo de Carlos Villarreal- aunque haya huido en su poesía de hacer un ejercicio de realismo socialista, neorrealismo o lírica figurativa, más atento hacia la amplitud de la que debe gozar el arte, más atento a Adorno que a Althusser, más atento a una poesía globalizadora que encerrada en sus propios límites discursivos. A mi entender, digamos que se produce una síntesis entre esa poesía impura que postulaba Neruda y la poesía pura predicada por Juan Ramón Jiménez, enemigo declarado del chileno. Ser un escritor de síntesis, ecléctico, creo que ha sido uno de los grandes aciertos de Carvajal y ese eclecticismo ha sido conducido por el debate de las formas métricas y, por el no menos subliminal del discurso manifiestamente humano.


        Carvajal se ha definido en un soneto de Miradas sobre el agua (1993) como un obrero del verso -que tanto nos recuerda a Gabriel Celaya-, un obrero esperanzado quizá por esa formación católica asimilada en su niñez y adolescencia como decía Carlos Villarreal, que un día fuera herido en su alma por el rayo de la poesía –en una expresión muy querida para Miguel Hernández-, que vagó como un peregrino por la vida y la literatura –como también hizo Valle-Inclán- y dejó un bouquet de flores, aunque encerradas en una fosa, que es la poesía. Encerradas en una fosa porque como decía Chicharro, “la vida está encerrada y enterrada en sus poemas”.
       Desde ese presupuesto inicial de obrero del verso, la lírica de Carvajal posee una profunda formación anterior al hecho de la creación. Quiero decir que su virtuosismo literario ensalzado, por ejemplo, por García de la Concha, nace de una formación previa, de un ejercicio versificador desde los dieciocho años en que comenzó a escribir. Operando por emulatio antes que por imitatio, realmente la lírica de Antonio Carvajal es de una inusitada perfección formal, pero yo añadiría, es de una inusitada perfección musical. ¿De qué servirían las metáforas, los símiles y los símbolos, sin los encabalgamientos, la acentuación o la rima? Se le ha atacado por el hecho de que en una época de versos blancos Carvajal acudiera al verso medido y rimado, cuando en el siglo XX han coincidido ambas estructuras musicales sin complicarse la existencia. Sin embargo, algunos, como Manuel Urbano, también han hablado de que en la obra de Antonio Carvajal, contrariamente a como se le suele catalogar, predomina el verso blanco.
          A veces sucede en la literatura española que por ese afán formal de construir una música endiabladamente perfecta, la obra deviene un puro juego de artificio sin la menor emotividad (A lo caña silbada de artificio/ rastro si no evasión de su suceso, que dijo Miguel Hernández). Lejos de este presupuesto, la lírica de Carvajal, como por ejemplo sucede en Serenata y navaja, sitúa el epicentro en el corazón, pero también en la razón desde la cima de los sentidos y Umbral en su momento habló del hastío, el escepticismo y la ironía de Carvajal. Quiero decir que esta lírica perfectamente construida tiene el calor de la fragua y la alegría de la fuente. En muchos de sus poemas, observo lo que llamaría una oda a la elementalidad, una exaltación de lo humilde y lo sencillo que existe en la naturaleza y que conecta directamente con esa visión panteísta que le dio San Francisco de Asís a la observación del mundo. Un membrillo, un río, un paisaje otoñal o primaveral le pueden servir a Antonio Carvajal para construir un discurso bello estéticamente, rítmico, musicalmente, pero sobre todo humano. Esa visión de la naturaleza en Carvajal procede directamente del renacimiento y yo diría que más de las Églogas de Garcilaso. Existe un animismo simbolista dotado de gran sensualidad, con tendencia clasicista en su lenguaje y una vital reflexión metafísica que lo conecta con Jorge Manrique.
José García Pérez, Antonio Carvajal y F. Morales Lomas
(De poesía con Unicaja: Morales Lomas habla de la poesía de Carvajal en Córdoba, junio de 2012)
          A caballo entre el renacimiento y el simbolismo modernista, lejano no obstante, de cisnes, ínfulas y folklores extraños, la lírica de Carvajal igual se adentra por el discurso del amor, y construye entonces unos sonetos en alejandrinos en los que sobresale la sintaxis de la carne y los mitos arcangélicos, o en un barroquismo álgido de besos, metáforas, pulsiones y metonimias, que genera esa alegría de fragua a la que aludíamos, o bien celebra el gozo de la existencia, el gozo de estar asido a su tierra granadina que es el verdadero germen de toda su poesía. 
         Podrá haber en su lírica una muerte asociada al paso del tiempo, a quien Valle-Inclán consideraba diablo, o a la soledad (siempre de pequeño vivió Carvajal la soledad) de la que llegó a decir en un verso emblemático: “Peor la soledad que la muerte”. Quizá por esta razón escribe Antonio Carvajal: para sentirse querido. En estos temas creo entonces que es profundamente machadiano (de don Antonio), profundamente Fray Luis de León, profundamente Manrique, más que Quevedo. Quiero decir que existe una mayor contención en la expresión, mayor clasicismo, menor atención al decurso de los recursos expresivos, una mayor claridad expositiva. Tampoco diría que su discurso en este sentido es expansionista o dilatado sino de una contención nihilista de formación religiosa y comprensible.
       Muchas veces la mirada de Carvajal, a pesar de sus registros cultos, produce la sensación de que es nueva, de que detrás de las palabras existe una mirada tierna y original que observa el discurso de la vida como si se produjera ex nihilo, y surgen los animales, el campo, la exaltación vital, la sensualidad, la amistad en lo que yo llamaría la “humanidad de lo perecedero” porque todo está visado con la firma del Gran Ignoto. Quizá por todo ello Carvajal haya dicho que lo único que nos deja de sí “es una manzana /que en vuestras bocas suene a fresco fruto”.     
        La concesión del XVIII Premio Andalucía de la Crítica 2012 a Un girasol flotante es una constatación, una vez más, de que estamos ante uno de los grandes poetas españoles contemporáneos en el que el arte lírico alcanza un exigente diálogo con la tradición literaria, imprescindible para saber de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde vamos, siendo este poemario una profunda reflexión dialéctica sobre la creación artística, materia que el poeta engarza con precisión de orfebre, pero también una  reflexión sobre la existencia compartida, la aspiración a la tradición poética y el intertexto y la relación de la poesía con otras artes, a través de los recursos a la intimidad y a un lenguaje sugerente en el que el ritmo surge con adherencias de reflexión y también (sobre todo en el último apartado) juanrramoniano y doliente. El símbolo del girasol flotante es aquel que “amarillea sus coronadas pipas, para que una a una cascadamente te las comas”. También hay reflexión crítica, vital como en el último apartado donde están a mi modo de ver los mejores poemas. Sobre todo Epidecio para Sócrates, El regreso o Treno para un desnudo; también y simbólico o clasicista como en Postal de Bremen o en los acrósticos de Solución del jazmín. Un libro completo, plagado de hallazgos y ajeno a modas.




    

No hay comentarios:

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano