domingo, 24 de octubre de 2010

CERVANTES Y SU TIEMPO. DISQUISICIONES, CONTRADICCIONES Y ACUSACIONES (II) POR MORALES LOMAS



Apertura al genio



Cervantes vive a caballo de los siglos XVI y XVII, durante la monarquía de Carlos V (1516-1556), Felipe II (1556-1598) y Felipe III (1598-1621). Uno de los períodos más importantes de la historia de España, convertida de facto en un imperio donde no se ponía nunca el sol. Una época en la que el latín seguía siendo el idioma científico y el instrumento indispensable para tener estudios superiores y el prestigio de la escritura era grande pues la mayor parte de la población era iletrada, sobre todo en las áreas rurales, ámbito de actuación de su magna obra, El Quijote. Sin embargo, había una literatura oral muy importante y una sabiduría popular grande a través de sentencias, refranes y tradiciones que en el Quijote están sabiamente representadas por Sancho.
El año que nace Cervantes, 1547, el emperador Carlos I de España y V de Alemania gobierna con fortaleza en medio mundo: momento en que en los campos de Mühlberg consigue una magnífica victoria. Este mismo año hay dos actos políticos trascendentes: la promulgación del primer Índice inquisitorial prohibiendo los libros que fueran contra la moral, la religión y las costumbres y la votación por el cabildo de la catedral de Toledo de la adopción de los primeros Estatutos de limpieza de sangre. Es una época en la que la sociedad está dividida por los privilegios (el trato de favor frente al fisco) que favorecen a las clases dominantes: el clero[1] y la nobleza. Los grupos sociales son pecheros, hidalgos (se distingue la alta nobleza o aristocracia de los hidalgos propiamente dichos), clérigos y religiosos. La nobleza la conformaba alrededor de doscientas familias, como nos recuerda Aranda[2], pero era una clase social poderosísima. Entre los de mayor renta en ducados se situaban los duques (los mayores: Medina Sidonia, Osuna, Medina de Rioseco, Alba y el Infantado), los marqueses (de Priego, Tarifa, del Valle, Cerralbo, Villafranca y Mondéjar) y los condes (de Buenafuente, Ayllón, Miranda, Olivares y Oropesa). Los hidalgos eran denominados fijosdalgos, gentilhombres, infanzones o caballeros, formaban la clase baja de la nobleza o la nobleza sin título. A ellos se accedía por concesión real y se transmitía por herencia, “si bien llegó a otorgarse mediante el pago de sumas de dinero, por más que se disimulara esta circunstancia (...) Estaban exentos del pago de impuestos”[3]. Los pecheros constituían más del ochenta por ciento de la población. Eran los que pagaban los impuestos. Se trataba de un grupo heterogéneo en el que se encontraba la clase media, el artesanado urbano, el campesinado y los marginados. El clero también era una clase social heterogénea pues lo conformaban desde los arzobispos y obispos, que eran nombrados por el rey a partir de una concesión papal, hasta el clero catedralicio (donde ingresaban segundones de la aristocracia) hasta el bajo clero[4] (a veces de baja formación moral). Los pobres eran abundantes, pero cumplían una función social: salvar al rico:
“Se estimaba que la oración del pobre era aceptada más favorablemente por el cielo, y de ahí su protagonismo. ¿Cómo negar limosna al que pedía por Dios, al pordiosero? (...) Será el mismo Felipe II quien, en 1565, promulgará las ordenanzas por las cuales debía regirse la mendicidad”[5].
Aunque habría que distinguir a los pobres auténticos (veteranos mutilados, ancianos menesterosos, niños, tullidos, ciegos) de los fingidos u holgazanes, empleados por el hampa urbana para sus negocios. Tres ciudades destacarán en estos años como refugio del hampa: Sevilla, a la que dedicará su grandísimo Rinconete y Cortadillo, Valencia y Madrid (a partir del momento en que Felipe II la transforma en Corte). El hampa tiene su código de conducta, como ya explicó Cervantes en la obra citada, sus leyes y sus castigos. Entre los negocios que controlaban uno era la putería y las mancebías[6]. En el ámbito rural el bandolerismo se adueña de los caminos a costa del viajero. Sin embargo, mientras el rufián urbano es un antihéroe, el bandolero tiene naturaleza heroica porque generalmente su combate es contra la opresión del señor. Hay que tener en cuenta también que la mayor parte de la población se concentra en las zonas rurales, hasta un ochenta por ciento, y las ciudades no están muy pobladas, excepto las señaladas, que tienen en torno a los veinte mil habitantes:
“Vivir en el mundo rural supone ya una especie de marginación. Es un mundo de analfabetos, de gente tosca, desarrapada, sumida en la suciedad, que farfulla más que habla, blanco de las risas del burgués ilustrado, que ríe a su costa, donde el que posee algunos conocimientos ya es alguien”[7].
Junto a ellos hay que citar a otro grupo importante: los conversos de origen judío y los moriscos[8] de ascendencia musulmana, al igual que los gitanos y los esclavos[9], que serán incorporados al servicio doméstico habitual en las familias de los nobles y ricos. De ahí la complejidad de esta sociedad en la que le toca vivir a Cervantes, cuya familia se ha dicho que tenía relación con los conversos[10].
En torno a la vida de Miguel de Cervantes existirán muchos misterios ab initio, e incluso se sucederán a lo largo de su vida, y él pocas veces tratará de aclararlos o resolverlos, muy al contrario, pues de su vida hizo literatura y de su literatura vida. En este ámbito, no se conoce ni el día ni el mes ni el lugar exacto de su nacimiento. Se sospecha que fue en Alcalá de Henares el 29 de septiembre, día de San Miguel, aunque existen muchas ciudades, por ejemplo, Córdoba, que se atribuyen su nacimiento, si bien las teorías en las que se sustentan son falaces y no dejan de ser elucubraciones fantasiosas.
Sí se sabe que fue bautizado en Alcalá de Henares el 9 de octubre del 1547, siendo su compadre Juan Pardo. Su padre era Rodrigo de Cervantes[11], de profesión zurujano (Alcalaíno de origen cordobés. Fue considerado converso por Américo Castro) y su madre Leonor de Cortinas (perteneciente a una familia de campesinos oriundos de Arganda[12], a unos kilómetros de Madrid, aunque M. Fernández de Navarrete[13] afirma que era de Barajas) que se habían casado cinco años antes. Su bisabuelo paterno es Ruy Díaz de Cervantes (1430), comerciante de paños[14] en Córdoba, y su abuelo paterno (hijo del anterior) es el licenciado Juan de Cervantes[15], abogado de la Inquisición, casado con Leonor de Torreblanca, perteneciente a una familia de médicos cordobeses; y por todas estas vías se dice que pudo haber correspondencia con confesos. En realidad, Miguel de Cervantes Saavedra es un seudónimo. Debió llamarse Miguel de Cervantes Cortinas (el apellido de la madre era éste); por tanto, tomará el segundo apellido de un pariente suyo “llamado Gonzalo de Cervantes Saavedra, a quien menciona entre los poetas de El viaje al Parnaso, lo que demuestra que le conocía, y que, además, curiosamente, había coincidido con nuestro autor en dos peripecias fundamentales de su vida”[16].
Antes que él habían nacido sus hermanas Andrea (1554) y Luisa (1546), y un hermano que falleció recién nacido, Andrés. Y a Miguel seguirán sus hermanos Rodrigo (1550) (que compartiría con él parte del cautiverio de Argel), Magdalena (1552) y Juan (1555). Precisamente el mismo año que nació su hermana Andrea, Felipe II[17] se casará en segundas nupcias con María Tudor de Inglaterra (la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón), convirtiéndose también de este modo en rey de Inglaterra. Este hecho motivó muchas manifestaciones xenófobas antiespañolas aunque Felipe II ayudó a su esposa a reestablecer el catolicismo en Inglaterra. Y un año más tarde es elevado al solio de San Pedro el nuevo papa Pablo IV, cercano a los franceses y odioso a los españoles.[18]
La infancia de Cervantes es un ir y venir por muchos lugares de la península pero de los veinte primeros años de su vida, como dice Canavaggio[19], no se sabe nada seguro y todo son conjeturas:
“Tampoco se puede asegurar que compartiera las estancias sucesivas de su padre, primero en Córdoba y luego en Sevilla: el testimonio de Berganza, en El coloquio de los perros, no basta para afirmar que Miguel fuera alumno del colegio fundado allí por los padres jesuitas”.
Sin embargo, Martín de Riquer[20] dice que es “más que probable” que estudiara en la Compañía de Jesús.
Cuatro años después de nacer Miguel, en 1551, la familia se traslada a Valladolid donde estaba la Corte bajo la regencia de la Infanta de Castilla, María, junto con su marido el archiduque Maximiliano por ausencia del emperador y también de su hijo Felipe II que salió para reunirse con él. Pero, por entonces, como dirá Fernández Álvarez[21], en “esa castilla imperial pero famélica, es donde se afana el padre de Miguel para ir malviviendo de un lado a otro”. Durante toda su vida pasaron muchos apuros económicos los Cervantes.

Cervantes en Valladolid (Plaza de la Universidad)
El padre de Miguel estará encarcelado[22] por deudas (en noviembre de 1552 será puesto en libertad, pero será encarcelado de nuevo) y se le embargarán los bienes, a resultas de un préstamo de 45.000 maravedís[23] del que no pudo responder. Para evitar a los acreedores la familia deja Valladolid camino de Córdoba[24] en 1553 (cuando Miguel contaba seis años), donde vive el abuelo de Miguel, y padre de Rodrigo.
[1] Es verdad que la Iglesia estaba abierta a cualquiera que mostrara aptitud hacia los estudios, caso de San Juan de la Cruz, que era de familia humilde. Y estaba conectada con el pueblo a través de los dominicos y franciscanos, las órdenes mendicantes. En este ámbito también hay que tener en cuenta al poderoso Tribunal de la Inquisición, en manos de los dominicos, siendo el gran inquisidor junto al presidente del Consejo Real los dos cargos más importantes de la Monarquía detrás del Rey. Además sus tareas en hospitales, colegios mayores... era una forma de devolver los privilegios de que disponía. Otra cosa completamente distinta era la nobleza que aspiraba a aumentar su riqueza a cualquier costa. Además se caracteriza por el lujo, la disipación, el boato... Esta nobleza se dividía entre la cortesana (cercana al rey) y la apartada de la corte, que vivía pendiente de sus enormes posesiones.
[2] J. Aranda, El Quijote frente a la realidad. Un lectura estadística, Madrid, 2005, págs. 72 y ss.
[3] Ibidem, pág. 75.
[4] La mayor parte de las rentas del clero proceden del arriendo enfitéutico de sus tierras, de los diezmos (o décima parte de toda la producción agropecuaria), así como la doceava o la vigésima parte de la producción de ganado menor y aves de corral, hortalizas, plantas industriales y productos menudos como huevos y frutas. Estas partes se entregaban a los arrendadores de los diezmos en almacenes que estaban en construcciones adosadas a las iglesias. Las órdenes religiosas cumplieron misiones en ámbitos de la enseñanza y de la atención hospitalaria, así como el cuidado de enfermos, huérfanos, cautivos, atención a las minorías como prostitutas, etc.
[5] M. Fernández Álvarez, Felipe II y su tiempo, Barcelona, 2005, pág. 207. Incluso existían cédulas personales de identificación para los pobres que debían ir acompañadas del visto bueno del párroco y acreditaban un buen comportamiento religioso, teniendo validez por un año. El pobre no podía pedir fuera de su parroquia. Y añade Fernández Álvarez: “Para aquella sociedad el ser pobre era un oficio, dado que el pobre tenía algo que ofrecer: la oración, y no de forma general, sino particularizada. Y al ejercer ese oficio podía mostrar mejor o peor forma: en suma, ser un buen o un mediocre profesional (...) Por consiguiente, era un oficio que tenía sus derechos” (págs. 208-209).
[6] Ibidem, pág. 214: “Si la prosperidad de las mancebías era fruto, en buena medida, del orillamiento de lo erótico de la vida matrimonial y como una solución práctica a la condena por la sociedad a las relaciones sexuales de la mujer soltera, cabe recordar también que ese enrarecido ambiente provocaría el aumento de los hijos ilegítimos, con la inevitable secuela del incremento de los expósitos”. La misma hermana de Cervantes los tuvo y el mismo Cervantes.
[7] Ibidem, pág. 218. Este mundo rural va a ser el que Cervantes va a reflejar en el Quijote. No existen las ciudades, el mundo urbano no existe para Cervantes, salvo en algunas novelas ejemplares. En su magna obra está desaparecido completamente. Es un hecho que debe ser destacado a tenor del ámbito vital en el que se asienta España estos años. Y este hecho creo que tiene lugar desde el momento en que entra en contacto con el pueblo de su mujer Esquivias y observa el mundo en torno. Considero que este es el punto de inflexión y de ahí nace la necesidad de crear una obra rural, y no, obviamente, en el hecho de que casi toda España fuera rural.
[8] Fueron mucho más reprimidos que los conversos. Los moriscos sufrirían mayor presión social e inquisitorial. También tendrá mucho que ver en su momento la guerra de Las Alpujarras y su exterminio a cargo del hermanastro del rey, don Juan de Austria.
[9] Llama la atención que en una sociedad cristiana existiera la esclavitud pero era así. Siendo Lisboa y Sevilla los puertos negreros por excelencia. Lo curioso es que mientras se defendía al indio americano, se aceptaba la esclavitud del negro africano. Uno de los que se enfrentará a esta situación es Fray Tomás de Mercado en su obra Suma de tratos y contratos de mercaderes, Sevilla, 1571. Se calcula que hacia finales del XVI llegaron de Ultramar en torno a los cien mil. Lo normal es que los nobles de las ciudades tuvieran uno o dos esclavos como mínimo y los más poderosos hasta quince o veinte. Así se constata en la obra de C. I. López Benito, La nobleza salmantina ante la vida y la muerte (1476-1535), Salamanca, 1992.
[10] Entre las cifras que se barajan para el Quinientos está la de un cuatro por ciento de la población, es decir, unos doscientos cuarenta mil sobre seis millones y medio.
[11] No era licenciado universitario aunque tenía algunos estudios. Y, en consecuencia, no tenía derecho a usar el don, distinción muy valorada entonces. Se encargaba de hacerle a los enfermos las sangrías. También tuvo una barbería pues con su profesión apenas si malvivía. De ahí lo de cirujano-barbero con el que se nombra. Se ha querido ver en el maese Nicolás del Quijote un trasunto del padre de Cervantes, aficionado a los libros y con ribetes de poeta.
[12] De hecho cuando la madre de Leonor y abuela materna de Miguel, Elvira de Cortinas, murió le dejó en herencia una viña de Arganda.
[13] M. Fernández de Navarrete, Vida de Miguel de Cervantes, (estudio preliminar J. Lara Garrido), Málaga, 2005. (También [en línea] Dirección URL: .
[14] Profesión sospechosa de conversos.
[15] El abuelo de Cervantes era un personaje bastante significativo como recuerdan K. Sliwa y D. Eisenberg, «El licenciado Juan de Cervantes, abuelo de Miguel de Cervantes Saavedra» Cervantes, Bulletin of the Society of America, 17. 2, 1997, pp. 106114: “Fue nieto de Pedro Díaz de Cervantes e hijo de Catalina Cabrera y de Ruy Díaz de Cervantes, trapero (....) Desde 1500 tiene cargos oficiales en Córdoba: de ir a la corte en razón de varias diligencias y reclamaciones y en 1502, abogado del Real Fisco de la Inquisición de Córdoba (...) El abuelo de Miguel tuvo cuatro hijos: Juan, el mayor, que murió joven; Rodrigo, padre del Príncipe de los Ingenios Españoles; María, sobre quien hay muchas incógnitas referentes a sus amores con Martín de Mendoza, hijo del tercer Duque del Infantado (...); y Andrés, Alcalde de Cabra durante muchos años” (pág. 107). Pero no todo es bueno en la vida de Juan de Cervantes: “Por estos y otros testimonios resulta indudable que el abuelo del Manco de Lepanto era un hidalgo no sólo rico sino respetado en su ambiente. Sin embargo, hay otra faceta de Juan. Una larga serie de documentos refiere unas denuncias de que fue blanco. Las acusaciones de abuso en su cargo como juez, específicamente robo o apropiación de bienes como ropa y muebles, se unen a otras de serias faltas de cortesía, de gesto o de palabra. Todo ello contribuye a la impresión de Juan como hombre colérico” (pág. 109).
[16] Rey Hazas, op. cit., pág. 61. Se refiere a la huida de España en 1568 y, en consecuencia, a su huida a Italia.
[17] La primera esposa había sido María Manuela de Portugal, hija de Juan III; con ella se casaría a la edad de dieciséis años, en 1543, por exigencias de la Corona. Felipe II había aprendido de su padre tres principios fundamentales: prudencia, sagacidad y cumplimiento de los deberes religiosos. Poco tiempo después en torno a Felipe II comenzarán a rivalizar dos casas, la de Alba y la de Mendoza. El casamiento de Ruy Gómez de Silva, convertido en la persona más cercana del príncipe, con Ana de Mendoza supondría que el clan de los Mendoza se acercara a Felipe II.
[18] J. Contreras, A. Simón Tarrés y R. García Cárcel, Historia de España. La España de los Austrias I. Auge y Decadencia del imperio español (siglos XVI-XVII), Madrid, 2004, pág. 197. Consideran que “apenas se hubo sentado en la silla de San Pedro, provocó la alianza con Francia y condujo a Enrique II a la ruptura, otra vez, de las hostilidades con los Hasburgo. Para completar el cuadro, Pablo IV amenazó con la excomunión al emperador y a su propio hijo. Se formó de inmediato un ejército papal destinado a conquistar Nápoles, la verdadera obsesión del viejo pontífice, mientras confiaba que los franceses, dirigidos por el duque de Guisa, penetrasen en Italia por el norte y ocupasen, como siempre lo habían intentado, el ducado de Milán”.
[19] J. Canavaggio, Cervantes en su vivir,
[20] M. de Riquer, Aproximación al Quijote, Barcelona, 1970, p. 19.
[21] M. Fernández Álvarez, Cervantes visto por un historiador, Madrid, 2005, p.28.
[22] En esta época existían múltiples jurisdicciones y, en consecuencia, diferentes regímenes carcelarios. Por tanto, no era lo mismo ser apresado por la Inquisición que por la Justicia señorial o real; el reo iría a cárceles diferentes. En la cárcel real, por ejemplo, la alimentación y el lecho corren a costa del preso, aunque eran frecuentes los sobornos a los carceleros. Si el preso era pobre tenía que vivir de la caridad pública y el lecho tenía que alquilarlo. El alquiler de la cama era de diez maravedís. Los más míseros se hacinaban en un lecho con varios. La mayor parte de los que estaban en las cárceles eran por deudas porque a los presos comunes se les daban los castigos corporales y eran puestos en libertad. (Véase en este sentido el libro José Luis de las Heras, La justicia penal de los Austrias en la Corona de Castilla, Salamanca, 1991).
[23] Unos 6000 euros de 2006.
[24] Por entonces una de las mayores comidillas corría en torno al deán de la catedral Juan Fernández de Córdoba (del linaje del Gran Capitán), jugador empedernido y gran mujeriego, el cual pretendía la mitra cordobesa pero tuvo como contrincante a Leopoldo de Austria, hijo del emperador Maximiliano I. El deán tenía muy buena relación con el abuelo de Cervantes.



Para citar cualquiera de estas reflexiones en un trabajo de investigación, sería:

Morales Lomas, "Cervantes y su tiempo. Disquisiciones, contradicciones y acusaciones" [en línea], dirección URL: <http://www.moraleslomas.blogspot.com/ >(Domingo 24 de octubre de 2010).

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