domingo, 22 de noviembre de 2009

JUAN CAMPOS REINA, EL ADIÓS DE UN GRAN NOVELISTA POR F. MORALES LOMAS









Este estudio ha sido publicado en La Opinión de Málaga el sábado día 12 de diciembre de 2009 en el apartado Suplementos, Libros. El enlace es
http://medias.laopiniondemalaga.es/suplementos/2010-01-09_SUP_2009-12-12_21_13_30_libros.pdf

«Mi padre olía a vainilla y yo me dormía cada noche atrapado por el ruido monótono de la piedra de un molino de aceite... Tenía una pequeña fábrica de chocolate en el pueblo...»
Hace poco tiempo, apenas unos días, nos ha dejado un gran novelista, el escritor de la música, de los olores y de los mitos... pero sobre todo nos ha dejado una gran persona. A veces las palabras reducen la realidad a sensaciones que no corresponden a todo lo que querríamos expresar en este momento. Pero la mejor memoria que podríamos disfrutar de Juan Campos Reina es seguir leyendo sus obras. Juan era una persona fiel a sus amigos tanto como a sus ideas. Y su corazón era grande y generoso, igual que su sonrisa, pero también era un novelista sólido, consistente, con un mundo personal y propio a caballo entre el realismo y el simbolismo, con una gran derivación de los mitos de la antigüedad que para él seguían vigentes en nuestras sociedades contemporáneas.
Hasta hace unos meses (y durante más de un año) estuvimos trabajando en la preparación de lo que fue una muestra del estado actual de la narrativa andaluza que se publicó en El maquinista de la generación, donde se ofrecieron un centenar de páginas sobre los mejores narradores actuales. Pero Juan no se encontró bien este verano y tras unos meses en el hospital falleció el día 27 de octubre a la edad de sesenta y tres años. No pude decirle adiós a pesar de que lo intenté. Llevaba ya días en la UCI de Carlos Haya y sólo Fernanda, su mujer, y sus hijos podían acercarse a verlo. Me despedí de Juan a través de ellos. ¿De quién mejor? Hoy quiero recordarlo como el intelectual que fue, ensimismado y concentrado en su mundo, en su trabajo, pasional, vehemente y sincero, imaginativo y vital, noble, incansable al desánimo, corrector empedernido de su obra sobre la que acudía una y otra vez llevando a cabo múltiples versiones de una sola novela...
Nació en Puente Genil (Córdoba) en 1946. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla, donde obtuvo la licenciatura en dicha materia. Fue inspector de Trabajo y Seguridad Social, pero abandonó esta actividad para dedicarse totalmente a la literatura. Tras residir en Galicia, Barcelona y Palma de Mallorca, se afincó en Málaga. En el campo de la literatura irrumpió con la publicación de la obra Santepar en 1988, donde desarrollaba las andanzas y proezas del conde de Santepar en la Corte del XVIII, maduro hidalgo alquimista que realiza un misterioso

descubrimiento, el cual le dota de un falo descomunal y le devuelve la fuerza de la juventud. Revestido con sus nuevos atributos, el hidalgo marcha a la corte en 1724, donde se convierte en el hombre más deseado desde los palacios a los prostíbulos, al tiempo que recupera su viejo oficio de pintor.
A esta obra le siguió Un desierto de seda en 1990 (primera de la trilogía) y dos años más tarde Tango rojo (1992), que reunió una serie de personajes de los años cuarenta con los que intenta atraer la memoria de un tiempo finiquitado. En 1996 apareció El Bastón del Diablo, su obra más conocida, con la que obtuvo en 1997 el III Premio Andalucía de la Crítica; el mismo año en que publica La rosa de Apolo. En 2000 publicó Librepensamiento, siete ensayos de temática variada en el que se aúnan reflexiones sobre personajes de la cultura española, hechos históricos y actitudes y comportamientos individuales. Y en 2003 reúne Un desierto de seda, El bastón del diablo y La góndola negra en lo que llamará Trilogía del Renacimiento. Y en 2006 publicó su último título La cabeza de Orfeo que reúne Fuga de Orfeo y El regreso de Orfeo. En la actualidad hay un libro de ensayo inédito que está ya en prensas y una obra de teatro a la que le daba los últimos retoques antes de morir.
De toda su producción es La trilogía del Renacimiento y La cabeza de Orfeo (bilogía) lo más significativo. La Trilogía del Renacimiento significa una organización simbólica del siglo XX en torno a la familia de los Maruján y el espacio cordobés, pero también la traslación del referente intelectual de la Divina Comedia de Dante al territorio andaluz en ese compás ternario propio de la literatura europea: El infierno (El bastón del diablo), El paraíso (Desierto de seda) y El purgatorio (La góndola negra). La Trilogía del Renacimiento simboliza también en sus tres apartados la tesis, la antítesis y la síntesis en sentido hegeliano y marxista. Esta organización revela de por sí una ambición como novelista y el querer darle a su obra una alcance alegórico y una eficacia narrativa en un territorio propio en torno a la campiña cordobesa que tiene mucho que ver con el espacio personal que han creado muchos novelistas del XX como Joyce, Faulkner, Musil, García Márquez, Borges, Benet...





Hay una clara intención al escribir esta trilogía: plasmar las tres épocas esenciales del siglo XX: la burguesa, la impregnada por ideas democráticas de vanguardia y progreso en confrontación con las conservadoras, y la del individualismo de finales de siglo. Se trata de una saga de carácter épico español y local con referencias cosmopolitas.
De las tres obras, El bastón El bastón del diablo fue la más popular y reúne de modo acertado el desarrollo de unos acontecimientos en los que narra la historia de la familia de los Maruján y un “extraño a la familia”, José Heredia, en la época que va desde 1915 hasta entrada la guerra civil. En el seno de esa familia se vive la tragedia personal que corre pareja a la tragedia colectiva que vive la sociedad española. Reúne en un espacio privado las agitaciones del espacio público.
Su bilogía La cabeza de Orfeo desarrolla el símbolo del mito griego desde la perspectiva del momento en que se produce la pérdida de Eurídice, pero también la liberación a través del afecto, la sensualidad y el sexo. En estas dos historias diferentes, bajo el paraguas genérico que aludimos, hay una visión de la represión del franquismo y sus consecuencias en la moral y la ideología de los españoles de la época. En Fuga de Orfeo se inicia con una carta del falangista Jesús Leopoldo Maruján y, a continuación, la historia de su hijo Leo (una suerte de nuevo Orfeo), un estudiante de derecho que lleva toda la vida para acabar la carrera. Sólo le queda una asignatura y escribe un diario (que le enviará al padre) en el que cuenta sus aventuras amorosas y diversiones eróticas en la Sevilla de 1990. El padre, indignado, lo reenviará a su vez a don Camilo, un antiguo censor, para que lo modifique y enmiende antes de editarlo. La represión moral y la trascendencia de lo pecaminoso del sexo son inherentes al ejercicio narrativo y a su simbología de época.
En cambio, en El regreso de Orfeo el protagonista es León Maruján, un cirujano que tiene que reconstruir toda su vida tras quedarse ciego en un accidente de tráfico. Maruján regresa a Sevilla, su ciudad natal, donde se dedica a tocar el piano en un bar nocturno y a recorrer las calles. León tiene que organizar su vida desde otros sentidos diferentes a la vista pero se ve envuelta su existencia en la reconstrucción de su memoria y de su pasado que se convierte a veces en un regreso a los infiernos.
Estamos, por tanto, ante un novelista de gran altura de miras y uno de los grandes escritores de la narrativa española contemporánea.

1 comentario:

Pedro Crenes Castro dijo...

Gracias por tus palabras. No conocía a este novelista que leeré, seguro.
Un gran abrazo.
Pedro.

La creación literaria y el escritor

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